Msc. Eduardo López
H
El
café es uno de los rubros más importantes de la economía nacional, ha sido
nuestro monarca agrícola por más de cien años y según datos del CENAGRO, en
nuestro país hay “33 mil productores de café, de los cuales el 90% son pequeños
y medianos, es decir, unos 29,700”. Esta categoría de productores que producen
el oro verde, se ha venido organizando a
través del tiempo con el propósito de encontrar alternativas de mejorar su producción,
su comercialización y por ende a mejorar sus condiciones económicas y sociales
que les permita salir del círculo vicioso de la pobreza rural en que han vivido
muchos de estos productores.
La
organización de los productores de café, ha conducido al desarrollo del
movimiento cooperativo, tan esencial para dar saltos de calidad en estos
tiempos de globalización excluyente y de un mercado agresivo, que en el contexto de lo que hoy
conocemos como economía del conocimiento, los productores son siempre los
perdedores, o los que reciben menos, a pesar de que son los que producen la
riqueza material. Aproximadamente unos 14 mil pequeños y medianos productores
de café son miembros de cooperativas.
En
Centroamérica, Nicaragua es el país con el mayor número de cooperativas,
totalizando 3,410, de estas, más de 800 son cooperativas agropecuarias,
destacando unas 180 como cooperativas cafetaleras de primer nivel y unas 18 de
segundo nivel. Es importante señalar que el desarrollo del cooperativismo en el
campo, esta ligado a profundos cambios que se operaron en Nicaragua en la
década de los ochenta una vez derrotada la Dictadura Militar Somocista por la
Revolución Sandinista, estos cambios están relacionados con el uso y la
tenencia de la tierra que desemboco en la reforma agraria promulgada en 1985. No
podemos dejar de señalar que en los tiempos de la dictadura somocista, el 80%
de la tierra estaba en manos del 20% de la población, es decir de
terratenientes y latifundistas, la mayoría ligados al régimen, por eso, tenemos
que entender que el nacimiento del movimiento cooperativo, representa todo un
esfuerzo de organización del campesinado por liberarse de la ataduras de los
grandes latifundistas, dueños de los medios de producción y promotores de la
desigualdad social y económica que todavía persiste en nuestro país y que en el
campo tiene huellas muy visibles.
En
un mundo altamente globalizado, de fuerte competencia entre los países
productores de café y de asimetrías entre países productores y los que
industrializan el café, es de vital importancia el fortalecimiento del
movimiento cooperativo, estableciendo lazos de cooperación y desarrollo entre
las cooperativas de distinto nivel que permita no sólo el desarrollo del rubro
y el aumento de los niveles de exportación, sino que también que nuestros
productores accedan a un mejor nivel de vida beneficiándose las comunidades del
café en particular y el país en general.
Producir
medios de producción que es lo que han venido haciendo los países ricos desde
la primera revolución industrial y producir medios de consumo que es lo que
producimos los países subdesarrollados es una tendencia que no ha variado y que
ha ensanchado la diferencia entre ambos, es decir, el deterioro de los términos
de intercambio es cada día más pronunciado, por eso, desde la perspectiva de un
mundo menos desigual, de relaciones económicas internacionales más justas,
sigue teniendo vigencia el comercio justo, movimiento que nació en 1964 en el
marco de la conferencia de las Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo
(UNCTAD). En el marco de este tipo de comercio es que tenemos que ver la
relación entre las cooperativas y los compradores del grano de oro en el
mercado internacional, en este sentido, las cooperativas han venido aumentando
sus niveles de exportación, pasando del 2% en 1990-91 al 20% en 2010-2011,
además el 85% del café orgánico que se exporta sale de las cooperativas, estos
indicadores de exportación nos indican que poco a poco el monopolio exportador
de transnacionales como CISA y Atlantic que operan en Nicaragua, va decayendo,
lo que es altamente significativo para el país, porque es el movimiento
cooperativo el que se beneficia, que es igual a decir, las familias del
café.
En
este cambio de época que vivimos, la vocación agropecuaria y forestal de
Nicaragua debe consolidarse y esto solo será posible realizarlo con educación,
con tecnología, con apoyo crediticio, con conciencia ambiental y con espíritu
emprendedor y esta consolidación incluye el café, nuestro principal producto de
exportación y donde las cooperativas tienen un papel de vital importancia, como
piezas claves del engranaje productivo, económico y social del campo
nicaragüense, el que tenemos que trasformar en este siglo de esperanzas por una
Nicaragua mejor.
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